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Oda a la locura

"Aquellos que eran vistos bailando eran considerados locos por quienes no podían escuchar la música" Nietzsche


Tal vez, uno de los más grandes miedos de muchas personas es el miedo a la locura. No porque crean, o creamos, que realmente nos volveremos locos, en el sentido de una condición mental particular psiquiátrica, sino porque la locura ha sido, durante muchos años, una de las etiquetas sociales más utilizadas para referirnos a las cosas que están más alejadas del común denominador y, entre más lejos de la norma, mayor es el juicio y el reproche que hacemos como sociedad.

 

Cuando algo no entra en el común denominador lo llamamos “diferente” cuando no podemos ni siquiera entenderlo como algo diferente, decimos que es una locura. Y, si ser diferente asusta, poder llegar a ser considerados locos, aterra.

 

Pero, además, si a todo lo anterior le sumamos la tendencia natural que tenemos como seres humanos de necesitar pertenecer a un grupo, resulta casi obvio que el miedo a que dentro del grupo nos llamen locos moldea nuestro comportamiento.

 

Muchas ideas mueren, sin que podamos siquiera pensarlas, porque de entrada las etiquetamos de locas. Pero, lo más triste e importante de todo esto es que, con cada idea que evitamos u ocultamos por considerarla loca, estamos negando un pedazo de nuestra identidad y de nuestra tendencia natural a crear, estamos negando y rechazando nuestra creatividad.

 

El miedo a la locura mata la creatividad. Y, entre más nos alejemos de nuestra creatividad, de nuestra identidad, de lo que nos resulta natural, menos confianza tenemos en nosotros mismos y más poder les damos a los demás. De esta manera, el mundo termina siendo algo así como un juego de imitación: vivimos constante e inconscientemente pensando y actuando de manera que nos parezcamos a todos los demás y, cómo quienes tiene miedo a la locura quisieran no tenerlo para poder fluir de manera natural, terminan admirando aún más a quienes hacen lo que quieren sin miedo al “qué dirán”, lo que los aleja todavía más de su propia identidad. Esto, además, crea angustia e incomodidad, aumentando la inseguridad. – todo se convierte en un círculo vicioso-     

 

Las mejores ideas, las más disruptivas y las que realmente ponen a temblar el status quo son las que, en un primer momento, parecen una locura. Entonces, frenar nuestro instinto natural por crear no solo significa negar nuestra identidad, sentirnos incómodos, sino que, también, significa frenar nuestra evolución y desarrollo, porque solo a través de cuestionar y cambiar el status quo (individual y colectivo) podemos avanzar las personas, las empresas y la sociedad.

 

Por eso, creo que las personas, las empresas y la sociedad debemos darle un espacio a la locura, honrarla y admirarla porque, tal vez, eso que hemos llamado locura no es más que el reflejo de la autenticidad. De esa visión única de la realidad a la que deberíamos todos aspirar, pero a la que no somos capaces de llegar por miedo a la opinión de los demás.

 

Si todos tenemos algo de locura, ninguno podrá ser considerado loco.

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