El costo de estar desconectados de la creatividad
- Beatriz Carreño Tamayo
- 18 sept
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 16 oct
Una de las grandes conclusiones a las que he llegado trabajando y estudiando la creatividad es que le tenemos pánico a ser, hacer o expresarnos genuinamente, desde lo que nos nace, porque hemos aprendido – muchas veces de manera inconsciente – que es peligroso: puede generar burla, rechazo, exclusión, soledad, ausencia de amor… y las personas no podemos vivir ni solas ni sin sentirnos queridas. Y, entonces, en la medida en que vamos creciendo vamos moldeando quienes somos hasta conseguir versiones de nosotros mismos que se sientan seguras, porque ser reales es una amenaza para nuestra propia supervivencia. Ser real, ser genuino, en un mundo que castiga la diferencia y la autenticidad, duele. Y el dolor, moldea.
Ese miedo profundo a no poder sobrevivir en soledad y sin amor – llevándolo un poquito al extremo- hace que nos desconectamos de nuestra naturaleza, de nuestros deseos y motivaciones más genuinas, que están ahí o nacen porque sí, que nos impulsan a movernos naturalmente, sin tener que pensarlas o planearla… y hace que comencemos a vivir, no a través de nuestra naturaleza, sino únicamente a través de la lógica y la razón. Esto nos lleva a pensar la vida – vivir como creemos que debemos vivir. Y sentir lo que creemos que debemos sentir (que, además, por lo general son parámetros que nos son impuestos por otras personas)- en vez de vivir la vida – experimentarla, sentirla, estar inmersos en ella.
Ser real en un mundo que constantemente nos amenaza y nos presiona para que seamos normales, duele, asusta. Pero, ignorar nuestra naturaleza, nuestros deseos y motivaciones más genuinas, duele mucho más.
¿La diferencia entre vivir de una u otra forma? El sentimiento de bienestar. Cuando pensamos la vida, pensamos que estamos bien en la medida en que tenemos lo que está relacionado con el concepto de bienestar (puede ser una familia, hijos, trabajo, comida, plata, amigos, planes, viajes….y necesitamos constantemente repetírnoslo para asegurar nuestro bienestar) Cuando vivimos la vida experimentamos el sentimiento de bienestar de una manera en la que no se puede explicar, no pensamos en que estamos bien, sino sabemos que estamos bien porque nos sentimos bien.
Construir una versión “segura” de nosotros mismos parece una buena estrategia para evitar el miedo o el riesgo que implica ser reales. Pero, cuando lo hacemos, estamos creando un dolor mucho más grande: nuestro propio rechazo. Negamos nuestra naturaleza, pasamos por encima de nuestros deseos y motivaciones genuinas y comenzamos a ignorarlas. Y, desde ahí, nada que lo que pase afuera va a hacernos sentir bien. Ahí nace ese vacío que parece imposible de llenar, y comenzamos a repetirnos constantemente que “estamos bien” por todo lo que tenemos o no tenemos.
Yo no creo en las verdades absolutas, porque creo que la vida es extremadamente compleja para poder entenderla, únicamente, a través de la limitación del intelecto humano. Pero hay una cosa que parece evidente a simple vista y es que, así como cada especia de animales nace con una serie de características propias que le sirven para sobrevivir y relacionarse con su entorno, las personas nacemos con características únicas: habilidades, fortalezas, intereses, motivaciones que, siguiendo con la lógica de la naturaleza, deberían servirnos para sobrevivir y relacionarnos con el entorno ¿Y si las estamos negando e ignorando? Nos sentimos completamente perdidos, y nuestra manera de “encontrarnos”, “sobrevivir” y “relacionarnos” es pensar.
Ser real en un mundo que constantemente nos amenaza y nos presiona para que seamos normales, duele, asusta. Pero, ignorar nuestra naturaleza, nuestros deseos y motivaciones más genuinas, duele mucho más
La buena noticia es que siempre podemos tomar la decisión de comenzar a vivir, a sentir y a ver la vida de una manera diferente. Que somos muchos los que estamos apuntándole a una vida real, que el miedo se comienza a perder en la medida en que comenzamos a ser conscientes de que nuestra vida nos pertenece solo a nosotros, y de
que el verdadero bienestar, el sentimiento de bienestar nace, se experimenta y se vive desde lo que nos resulta natural ser y hacer, y lo que consideramos genuinamente valioso desde nuestra naturaleza.



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