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Somos como piezas de rompecabezas

Entender la vida a través de metáforas es una de las maneras más sencillas de encontrar claridad en algunas ideas o conceptos. Y así, he llegado a entender que cada persona que nace, que existe, es como una pieza única y necesaria de un gran rompecabezas que, con el más mínimo movimiento o ajuste, se ve incómoda, se siente incómoda, porque cada pieza, con todas sus características, es perfecta y única para ocupar el lugar para el que fue creada y que permite construir el rompecabezas completo. El rompecabezas sería la sociedad..

 

La creación de una pieza, o la existencia de una persona, transciende las posiciones psicológicas, religiosas, científicas o culturales. La creación de una pieza, o la existencia de una persona, es, simplemente, un hecho: existimos (personas nacen todos los días) y, cada una de ellas, de nosotros, tiene características únicas. Negarlas resulta antinatural y, paradójicamente, lo hacemos constantemente. Y no es que lo antinatural esté mal, no, pero sí requiere más esfuerzo, e incomoda.  

Entender que todos somos únicos y diferentes, y hacemos parte de un todo, nos lleva a reconciliarnos con la individualidad del ser y la importancia del colectivo

Entender que todos somos únicos y diferentes, que venimos a ocupar un lugar en este mundo que solo está diseñado para nosotros nos permite saber que todos somos iguales y que nunca podremos ser mejores o peores que nadie más porque nuestro único trabajo será convertirnos en la mejor versión que podamos para llenar el espacio que vinimos a llenar. Pero, además, entender que todos somos únicos y diferentes, y hacemos parte de un todo, nos lleva a reconciliarnos con la individualidad del ser y la importancia del colectivo: una persona debe perseguir su mejor versión porque así sentirá el mayor bienestar y, su bienestar repercute en el bienestar del colectivo. Una persona debe perseguir ser su mejor versión porque, eso que la hace única es algo que los demás no tienen y que resulta valioso para el colectivo.  

 

Todas las piezas de un rompecabezas son absolutamente necesarias para completar el cuadro, pero siempre hay unas que parecen ser muy parecidas, aunque solo encajan en su espacio y otras que son evidentemente diferentes. Si entendemos que todos hacemos parte del cuadro, las que son - y, probablemente, se sienten- diferentes no se sentirán ajenas al colectivo por su evidente diferencia, y, las que se sienten semejantes a los demás, no se sentirán inútiles o innecesarias por parecerse a los demás. Y, lo mejor de todo, no habría ninguna persona – pieza- pensando que su existencia es inútil. 

 

¡Cuánto estamos desperdiciando como sociedad, y cuanto sufrimiento innecesario estamos sintiendo como humanidad! al creer que tenemos que ser diferentes y conseguir lo que otros han hecho o conseguido para estar bien. Estamos desperdiciando mucho de lo que somos, porque al perseguir ser como otros, estamos dejando nuestro lugar vacío, una ficha del rompecabezas se ha perdido y, entre más nos alejamos de nuestro espacio, más incómodos nos sentimos (tal vez, por esto, muchos están sufriendo. Una pieza que nació para ser parte del cielo azul nunca podrá encajar, sentirse cómoda o fluir intentando ser parte del tronco de un árbol que es café y tiene una forma completamente diferente).



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  • Beatriz Carreño Tamayo
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  • Creatividad Aterrizada

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