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La creatividad no se trata de ideas, se trata de personas


Siempre he tenido un interés, algo intenso (por no decir obsesivo), por la creatividad, las ideas y la imaginación. Y, especialmente, por ver cómo, las ideas más locas y criticadas pueden llegar a hacerse realidad.


Los límites y las estructuras me frustran, porque creo que, muchas veces, ahogan y encierran las ideas, pero al mismo tiempo creo que es necesario conocerlas y entenderlas para conseguir hacer las ideas realidad. Por esto, estudié derecho y branding (y varias cosas intermedias), y he dedicado 12 años de mi vida a trabajar con creatividad a través de la propiedad intelectual, las marcas y las ideas que las personas y las empresas quieren, o consiguen, hacer realidad.


El derecho, queramos o no, con sentido o sin él, rige nuestra realidad (sin negar la ética, la moral y el inconsciente colectivo).


En términos de ideas, y de la manera en la que se hacen realidad y se explotan, el derecho determina qué se puede hacer, cómo se puede hacer y cuál es el mejor camino para hacerlo. Conocerlo y entenderlo permite participar, entonces, en el juego que es la realidad: cómo lo que imagino puede materializarse y llevarse a cabo en la realidad. El branding (las marcas, más específicamente) por su parte, son la cara -el cuerpo y la identidad- de los resultados creativos, es la manera en la que los comunicamos al mundo y los explotamos, la manera en la que las personas y empresas les contamos al mundo cuáles son nuestras ideas y por qué deben enamorarse de ellas tanto como nosotros.


La creatividad es un elemento transversal a todo el proceso: permite que surjan las ideas, que se materialicen, que tomen forma, que se comuniquen, que el consumidor se enamore, que las compre y que la utilice. También ayuda a que la materialización de esas ideas sean el punto de partida y el nacimiento de otras ideas.


A lo largo de 12 años de trabajo con creatividad a través de la de la propiedad intelectual y el branding he llegado a una gran conclusión: la creatividad no se trata de ideas, se trata de personas. No se trata de lo que una persona es capaz de crear, sino de lo que una persona ES. 


Uno de los grandes errores que cometemos personas y empresas es creer que todos somos terrenos listos y preparados para hacer crecer la creatividad. Porque, si bien como personas somos potencia infinita de creación, al mismo tiempo -y casi por regla general- el contexto, la sociedad, la cultural, la educación y otras tantas cosas actúan como limitantes (a veces conscientes, a veces inconscientes) de nosotros mismos- de nuestra capacidad creativa-, y entonces ahí nos convertimos en terrenos limitados, no preparados para dar vida a nuestras propias ideas.  Por eso, aunque nos esforcemos, muchas veces parece que estuviéramos todos “pensando” o “creando” lo mismo. ¡Porque estamos limitados!


Es por esto por lo que la creatividad no se trata de ideas, sino de personas, porque solo en la medida que enfrentemos esas limitantes inconscientes que bloquean nuestra creatividad (que es natural, por ciento) y logremos SER versiones certeras de nosotros mismos, podremos SER fuente absoluta de creación. Mientras tanto, estaremos trabajando sobre versiones limitadas de nosotros mismos, desgastando energía, tiempo y dinero.


La creatividad, a fin de cuentas, es un flujo de energía que activamos cuando entendemos y nos tratamos como fines en sí mismos, buscando conseguir nuestro máximo potencial y no como medios de producción en función de un imaginario colectivo.


 

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